miércoles, 13 de febrero de 2019

HISTORIA INCONCLUSA


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El tiempo siempre ha sido un tópico básico en mis pensamientos, pues siempre es el tesoro que más desperdiciamos cuando omitimos, cuando nos arrepentimos, cuando simplemente nos dejamos de dar oportunidades de vivir; es por ello que reflexiono sobre cómo desaprovechar menos ese tesoro.

A veces quisiera ser como aquellos que viven como un código médico, pero amo vivir en prosa, porque es mi esencia y es lo que me hace estar donde estoy, que aun cuando a veces miro al espejo y no existe reflejo de lo que busqué ser ese preciso momento, se mantiene aquella vibra con la que alguna vez sonreí en las noches cuando mi única preocupación no trascendía más allá de satisfacer necesidades básicas.

Y fue la manera en la que decidí contar una historia que a veces no parecía historia, parecía una pared en blanco, un extenso mural sobre el que no había ocurrido mayor destello, mayor ánimo de permanencia, mayor deseo expresado en todo tiempo, y por el contrario árida por la ausencia de lágrimas, por la ausencia del necesario sufrimiento, por el exceso de cuidado, por el exceso de prevención.

Y la composición provista de una banda sonora lo suficientemente desigual como para atocigar al público presente con las infinitas melodías que dicen de todo pero que suenan igual ante los oídos de quien no quiere escuchar, porque como rock, o como rap, siempre al mundo diciéndole la verdad, a unos cuantos muchos cuatro ritmos le enamoran la vida a punta de embuste, verdades, cuentos y demás fantasías según fue su placer escuchar.

Pero el mundo es un vaivén, donde todo ocurre, donde todo pasa, y como un péndulo congelado transgrediendo al alma, suceden doce o trece años, tal vez menos, muchas circunstancias que fueron muerte y muchos cambios que siendo muerte fueron vida, que, habiendo cruzado todos esos días como náufrago, tratando de amar tanto a Harlem como Mariah Stokes lo hizo, y protegiendo sin poder alguno agua sobre las manos, hirviéndola, sabiendo que se va a evaporar, hirviéndola, sabiendo que perderá sus propiedades.

Pasó todo, para todos, pasaron cosas, pero tan insatisfecho como siempre, no hubo manera de encontrar dentro de todos los amarillos agradecimientos, el del matiz indicado para tener singularmente contentas a las palabras que tuve que decir, para saber que los caminos fueron decisiones, buenas y malas, que tuvieron diferentes matices, que fueron triunfos y fracasos, pero nunca fueron algo heroico, ni parte de un arca llena de recuerdos, en una mesa de noche, debajo de la cama, en algún rincón del alma.

Y habiendo pasado un tiempo prudente, entre palabra y palabra, pudieron haberse escondido hechos presentes en situaciones que debieron haberse pintado en algún corazón.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

QUÉ AH?


Lo más valioso que nos deja el tiempo son las enseñanzas, pero aun viviendo mil años si no corregimos o mejoramos, nada de ellas habrá valido la pena. Muchos años, son muchas oportunidades de aprovechar, son muchas fotografías, son muchos momentos en la memoria, son tal vez muchos recuerdos; pero es allí donde nace la pregunta ¿qué tan valiosos son esos recuerdos? o quizá ¿qué le han dejado a mi vida?, esas son preguntas que tal vez no podremos responder ahora, si no luego de otras muchas experiencias.

Pero caminaremos, lo seguiremos haciendo hasta tanto el destino y lo divino permitan nuestra estancia en el, nuestras acciones y decisiones serán la consecuencia de la luz o la oscuridad en la que transitemos o la velocidad a la que viajemos; sin embargo habrá un inexorable número de factores ajenos a nuestra voluntad que en alguna forma impedirán que el viento circule libremente, que tal vez no podremos controlar en la forma necesaria, y que al final de la historia serán nuevamente una corona que alguna vez nos nombró soberano de una vida, pero que ahora no hace otra cosa más que hacernos pesado el camino que transitamos.

Entonces, gritamos al mundo: ¡ya basta!, pero ¿ya basta de qué?, creo que sería que sería ya basta de nosotros mismos, de cometer los mismos errores y de protagonizar las mismas historias, ya basta de dar todo y recibir nada, luciendo cual mártires sin intentarlo, siendo todo aquello que señalamos sin advertirlo, caminando en aguas mansas, ahogándonos en un vaso que no se sabe si está medio lleno o medio vacío.

Todo ello, fecunda un fenómeno al que necesariamente hay que llamar, “la víctima”, porque fuimos víctimas de engaños o rechazos, víctimas de lo que no debió ser pero permití, o víctimas de estar estático ante el dinamismo evidente de un mundo que gira en torno al banal superficialísimo, de darle espera a algo que ya se terminó, o sencillamente de no querer explicar la emoción que asecha por el temor de encontrar la verdad que nos termina de romper el alma o el corazón.

Pero todo esto es basura, porque mil palabras de razón son generalmente vencidas por una parazón, porque hay cosas que sencillamente no conocen razones, ni se fundan en claridad; todo esto es simplemente una coherente historia basada en casos de la vida de mentiras que creímos real.
Así fue, así pasó, y no sé qué cambió, espero que algo.

sábado, 5 de agosto de 2017

EL RARO


De repente surge la necesidad de decir muchas cosas,  de las que casi nadie dice y sobre todo de una manera diferente. No en vano he pasado más de una década depositando sentimientos incomprendidos en una malla rota, donde gracias al destino se ha quedado una que otra cosa enredada en pedazos de infortunios o en pedazos de glorias; triste porque convivo en un lugar lleno de gente a la que le gusta lo mismo y hace lo mismo, feliz porque cuando voy caminando por ahí escuchando un “beat” que tal vez nadie ha advertido, me siento como una piedra, pero una que siempre va a brillar donde ya nadie lo puede hacer, al menos por ésta rareza que me tiene de cuando en cuando, donde probablemente es el momento donde llega el tan común comentario que al señalar reza: “¿bueno y el?”.

Lleno de las falacias del mundo, muchas tantas que tal vez ya creo, escuchando el sonido de un vía muy transitada ya vacía, cuando todos están buscando su casa, en un lugar lejano de mis pensamientos, más por el tiempo que por la distancia, llega un nuevo sonido, a veces destruye, otras veces hace un par de  Empire State en Medio Oriente, así va la vida, esperando un milagro, otras sintiéndome un vale más de Dios, que camina sobre las aguas y multiplica los panes (los penes no, porque dos Maduros en el mundo ya es mucho que resistir).

Y de vez en cuando visito la mente de las personas, cuando quizá ya no tienen el control que a veces creo tener sobre todo, cuando me río de las veces que las personas creen que el mundo es imperfecto, que está lleno de dolor, que está lleno de obstáculos y problemas, y no caen en cuenta aun, que el mundo es una circulo constante de viajes que nos transporta a las experiencias que nos coloca justo donde pagamos el tiquete, porque tenemos la oportunidad de pagar el que nos lleva a la felicidad, también el de la tristeza, pero luego está la gente como yo, que a veces no sabe dónde comprar una mierda, pero igual llega, unas veces a la felicidad, otras veces a la tristeza, y cuando es peor, llegar y no encontrar a nadie, pero el circulo sigue su curso; y esa es la vida.


Me enorgullece enormemente el sonido con el que camino, me proporciona la felicidad que muchas veces no encuentro en los recintos, tal vez la que haga falta en lo amplio del cielo cuando alzo la mirada y siento que no soy tan pequeño como otros que siendo tan “perfectos” se sienten disminuidos por su constante compra del tiquete de “quiero ir a donde todos van”, y me queda la sensación de saber muy bien porque no quiero comprar ese tiquete, no quiero morir escuchando la tripleta de Diomedes, no quiero tener que publicar en todas mis fotos “#LaFelicidá de #EnElMarLaVidaEsMásSabrosa”, no quiero hacer lo que todos hacen, no vine aquí para eso, y con la poca humildad que me caracteriza sé que hay poder en mis palabras, vine a rayar mentes y voy por buen camino.

Todo surgió mientras sonaba: My Generation de Limp Bizkit.

lunes, 26 de junio de 2017

VUELVEN LAS CALILLAS A CLASE


Lunes 26 de junio de 2017, 5: 23 p.m.

Mañana luego de más de un mes de huelga de los educadores en Colombia, vuelven finalmente los estudiantes oficiales de la primaria y secundaria a las aulas de clase, motivo por el cual ni debería estar escribiendo ésta película ya que es triste que por un periodo tan prolongado de tiempo los niños y jóvenes hayan estado privados de su derecho a la educación, los pobres señores mototaxistas y demás del gremio de transportadores privados de su derecho a “la barba”, los de la cafetería, los de la avena y los muslitos de pollo afuera del colegio, los pobres pelaos sin merienda y ni decir de los padres aburridos que no tenían ya qué poner a hacer a los pelaos, sobre todos esos que son “que cule de calilla metida en el culo” (eso dice mamá, no me pregunten qué significa, porque no sé).

Pero hay una parte preocupante de toda ésta historia y sigue siendo la memoria de los colombianos, que no sé en qué clase de “Puerto Mocho” la dejaron olvidada. Al inicio de la huelga y durante ella, fue muy importante el apoyo que algunos padres mostraron vía redes sociales, y el sinnúmero de usuarios de ellas que a punta de twits y likes pretenden proteger al mundo de la devastación y unir a los pueblos dentro de nuestra nación, pero que al fin de los  días terminan siendo más improductivos e innecesarios que Jessie y James, (si, los del equipo Rocket, esos mismos).

Los estudiantes, niños o jóvenes, independiente del poder adquisitivo de sus padres, en gran mayoría no tenían idea de todo lo que estuvo puesto sobre la mesa de negociación entre el gobierno y los representantes de Fecode, inclusive los mismos ciudadanos nunca nos enteramos plenamente del si el pliego de peticiones de la federación fue justo, o de las razones por las que el gobierno no puede responder a la obligación de satisfacer el tan fundamental derecho a la educación. Sin embargo, no hay plazo que no se venza ni fecha que no se cumpla, y para bien de los estudiantes (se supone), se firmó un acuerdo que permitió acabar la huelga y finalmente volver a las aulas.

Ver en redes sociales tantas marchas, tantas fotos, tanta información falsa y tanta información arreglada hizo que me saturara y que en algún momento no quisiera saber nada al respecto, ello mezclado con el remordimiento de sentirme desinteresado con una situación que estaba afectando gravemente a una nación entera, ya que no son solo los docentes y alumnos quienes dependen de ello, si no el sinnúmero de ciudadanos que gracias a éste universo desarrollan actividades económicas y que consecuentemente dinamizan la rutina social.

A la gran mayoría, así como a mí, nos pasó. Pasó que era muy fácil echarle la culpa a alguien más, que la culpa era de Juanmita o de Giha, porque ya de Parodi casi no nos acordamos a menos que se le ocurra aspirar a ser senadora, alcaldesa de Bogotá otra vez o presidenta si así lo quiere. Le echamos la culpa a los demás sin mirar que hay un gran andamiaje armado al que también podemos hacer responsable de la calidad de la educación que era el centro de la negociación, en fin, a veces nos comportamos como unos mismos incompetentes sociales que esperan recibir, pero que parecen no saber de deberes y por ende seguramente no tendrán argumentos válidos para decir: de ésta manera apoyé el paro para que la administración le cumpliera a los educadores, que ya bastante tienen que aguantar con poco sueldo a esa mano de calillitas de las que ya hablamos.


No siendo más, feliz regreso a clases.

domingo, 25 de junio de 2017

ILUSIONES AMARRADAS


Tenemos una medida para cada cosa, tanto que muchas veces queremos medir, cuánto amor cabe en un corazón, cuánto compromiso es suficiente para las cosas importantes, cuánta pasión es necesaria para vivir la vida como una aventura sin límites. Sin embargo para nada de eso hay medida por la sencilla indeterminación de los contextos en los que sucede cada momento.

El solo hecho de mencionar ilusiones nos transporta a mundos, unos donde todo es fantástico y surreal, quizá utópico y a veces tan verdadero que flotamos en las mentiras que nuestro cerebro nos hace creer, otros donde sencillamente hay un caos ocasionado por la exagerada forma de creer que lo que hacemos es suficiente para alcanzar los estados máximos de felicidad a los que malacostumbramos a nuestro cerebro para que como casi siempre se sienta insatisfecho por no haber podido superar las expectativas.

Y sin medida pero dosificando la cantidad de ilusión que brota mi malacostumbrado cerebro, o quizá mi corazón que dice ser frio, fue cuando la quise ver entrar y sentarse justo a mi lado, saludarme de forma habitual y conversar sobre nuestras ideas de conquistar al mundo; fueron realmente pocas las oportunidades que tuve, pero fueron las suficientes para comprender que estaba frente a una excepción de la vida, de esas que cuando se está acabando el mundo te recuerdan que “todo va a estar bien”, y es cuando encaja a la perfección la frase de cajón: “parece que el mundo conspiró para que todo sucediera de esa forma” y así después de un tiempo, la volví a conocer.

Como nada es perfecto, es necesario traer a ésta mesa a todas esas personas que nos falta el centavo pa’l peso en el amor, esas a las que les llamo personas de ilusiones amarradas, que según somos los más sensatos pero no tenemos la sensatez suficiente para tomar decisiones sin el miedo de salir herido o “cagarla” sin razón; a esas que según tenemos la capacidad de identificar con meridiana claridad a la persona que vale la pena, pero que ni aun sabiéndolo tomamos el riesgo de lanzarnos sin miedo a los raspones que el viaje puede ocasionar.

La mejor parte de la historia es que la ilusión se produce porque si, quizá no sea algo tan natural como respirar, pero nace hasta del más roto de los corazones y brota de las quemada de las cenizas, y aun así, sigue siendo inexplicable por qué amarramos las ilusiones. 

jueves, 9 de febrero de 2017

DEL PORQUÉ NO HAY QUE DECIRLE PRINCESA A UNA MUJER


Vivimos en un mundo de malas costumbres y de costumbres acomodadas, cada quien viviendo ajustado a su conveniencia, viendo lo que quiere ver, dentro de muchas cosas que contar quiero hablar de una; la ola actual de llamar PRINCESAS a las niñas y mujeres, si estoy o no de acuerdo, y porqué decir lo que hay malo en ello:

En primera instancia, según la RAE princesa es un concepto femenino, equivalente al de príncipe, que designa a la hija primogénita de un monarca y que como tal es la heredera directa de la corona. Por caso, el título de princesa es mayormente empleado para designar a las hijas de un rey en ejercicio. Como vemos no tiene nada que ver con el sentido en el que las personas suelen usarlo.

Manifestar afecto debe ser un hecho provisto de espontaneidad, que al ser encuadrado en el llamar “princesa” se torna en una creencia que nos separa de la realidad y nos lleva a un lugar que no existe. Debemos tener presentes que ellas solo existen en las películas, en Disney o en los cuentos de los hermanos Grimm  o en los pocos principados que existen en el mundo, por qué entonces fomentar que se viva en la irrealidad esperando a un príncipe azul que ni es príncipe ni es azul.

El hecho de llamar a la mujer “princesa” fomenta la inequidad de género, pues da entender en ella una delicadeza, inseguridad y dependencia, quizá una forma exagerada de feminismo que invita a la superioridad del hombre, costumbre que puede permitir que las princesas vivan convencidas de tal figura que se mantenga la creencia que los hombres tengamos que ser el musculo económico fuerte en el hogar, que tengamos que tener el carruaje para transportarlas,  que tengamos que proveerles de finas joyas y suntuosos trajes. No vaya a ser que alguna esté en casa esperando a que le midan un zapato, a que la despierten con un beso de un largo sueño, o dejándose crecer el cabello para que la vayan a rescatar del encierro de cuatro paredes, o ¡cuatro babys será!

Creo que ese tipo de cosas que sentimos insignificantes colaboran a que exista desigualdad, que de hecho radica en la mentalidad de las mismas mujeres, que muchas veces se sienten inferiores y que desmayan en la lucha por la superioridad, y es por eso que no debe haber princesas, mucho menos príncipes.

Ese llamado, que nos recuerda que las niñas rosa, los niños azul, viene desde entonces de los cuentos de hadas, y esa sutil diferencia persiste inclusive hasta la hora de comprar, una princesa tiene de todo, el príncipe solo el caballo, la capa y la espada. La ropa que le colocan a los niños, le habla profundamente a su vasto subconsciente. Mientras que criamos niños en el realismo y niñas en el escapismo, estamos preparándolos seriamente para fracasar en sus relaciones futuras, más para cuando están en edad de merecer, llamándoles princesas.

En lo personal me disgustan los títulos que señalan el “cómo tratar a una mujer y no morir en el intento” porque no mejor cómo tratar mejor a la gente, a un humano, no creemos divisiones, no generemos un abismo entre géneros.

Me despido con ésta historia de My Fair Lady:

Me sigue sorprendiendo cómo nos afecta que un hombre nos llame “Princesa”.  Es como apretar el botón de la suerte. Con un mando a distancia (el móvil en este caso) activan un poderoso elixir en algunos cerebros femeninos. Me pregunto cuánto poder tienen algunas palabras. Esta por ejemplo.
Pero no me refiero a cualquier contexto. Es una palabra tierna, que encierra un mensaje de cortesía y mimo. Eso en el mejor de los casos. Sobre todo si te lo dice tu padre o un amig@. Yo misma la utilizo para acariciar verbalmente a mis amigas, mujeres que admiro a mi sobrina.

Pero ay….cómo duele cuando viene de un galán que te quiere conquistar.  Y cuántas vueltas somos capaces de darle, si tenemos tiempo o nos interesa el tipo como a continuación detallo:

Una amiga (inteligente) trataba de analizar un sms de un ex que en tiempo presente le decía “Buenos días Princesa”. Al analizarlo con la sonrisa de oreja a oreja y pegando saltitos de alegría estaba enviando información a su sediento cerebro de que ése era un mensaje maravilloso. Y obviamente las que estábamos alrededor saltábamos con ella por aquello de no “cortarle el rollo”…

Un brindis tras otro porque el galante y arrepentido ex (estado de ánimo de su ex según ella) se había dado cuenta de su error tremendo al dejarla. Otro sms al cabo de media hora: “un beso Princesa”. Y el extravagante gesto de enviar una sonrisa con el malvado muñequito, que tanto odio y que por cierto utilizo casi siempre por comodidad de no pensar un poco más qué expresión tengo en mi cara y cómo describirla. Es más fácil poner J.

Al noveno pitido de móvil ya hacíamos apuestas de que la mini frase llevaba la palabra Princesa seguro. Y mira por donde que ganábamos todas. Nuestra amiga estaba levitando entre emoción y gin tonics. Las demás nos íbamos mirando intrigadas de saber el final de la historia. RIP.

Y aunque no era el mejor momento le pregunté si esas mismas frases sin la palabra Princesa le producirían la misma satisfacción y el mismo nivel de oxitocina en la sangre…

Me contestó un rapidísimo…”Hombre no….”.
No es lo mismo que me digan “Buenos días Princesa, que Buenos días sin más”.
Y entonces le pregunté…¿y si te hubiera puesto solamente Princesa sin buenos días…?..
Me contestó igual de rápidamente que antes: “Hombre pues monísimo…..me encanta”…

Entrecerrando los ojos le dije…”luego entonces…el secreto está en utilizar la palabra Princesa…”. Me miraba detrás de sus gafas de sol rogándome que me callara de una vez y la dejara disfrutar de su recién estrenado nuevo estado civil: “reconquistando a mi ex desesperadamente”.

Les solté una disertación antropológica sin mucho fundamento expresando mi sentimiento de cuánto daño nos hicieron de pequeñas, a nosotras y a ellos. A nosotras por ponernos ese ideal como lo “más” y a ellos porque sus madres (mujeres por cierto) les dijeron que a las chicas se las trata como princesas para conquistarlas y para que te quieran.  La Princesa tiene debilidades, es frágil y necesita ser rescatada. Que le maten a un dragón y que le compren un castillo con ventana en la torre para tirar la trenza súper larga que no se corta jamás porque entonces no puede entretenerse peinándola. La Reina en cambio tiene responsabilidades y las ejerce. Es un poco más incómoda pero cuando la princesa se hace mayor es Reina. Y nosotras ya somos mayores para ser princesas… decía yo…

Básicamente es que si un hombre te dice “buenos días Reina “en un sms, queda un poco “choni”, decía otra amiga. Yo añadí que es tan fácil como añadir el artículo “mi”…para que la frase sea perfecta… “Buenos días mi Reina”... y aunque todas asintieron riéndose, cuando votamos nuestro piropo favorito todas votamos (yo también), que preferíamos que nos llamaran Princesas. Me quejo y me río al mismo tiempo, tratando de entender por qué a algunas mujeres (a muchas no, lo digo por si algún caballero lee esto y se cree que es infalible), nos encanta y nos debilita esa palabra.

Es un arma arrojadiza, una anestesia, un ataque de tontería.  Un mensaje que por muy buzón lleno que tengas jamás borras. Donde pone “Princesa” ése mensaje se queda en tu móvil para siempre jamás. Y si te lo dicen en persona, la sonrisa de estúpida ya no tiene comparación con nada.

Otra de las afortunadas del grupo nos enseñó otra joya de mensaje “beso para mi Princesa morena”… todas aplaudieron al precioso mensaje…y yo me preguntaba... ¿es que este chico tendrá más Princesas, que las tiene que clasificar por color de pelo?....

Me echaron del grupo de Princesas en aquel momento, por aguafiestas y por hacerles pensar que sus mensajes no eran sinceros, y nada más lejos de la realidad….me levanté muy digna diciendo que yo no necesito que me lo digan, porque ya sé que lo soy… aunque hoy día nos toque ser guerreras y dulces al mismo tiempo y vivir en el vértigo permanente de lo que deberíamos haber sido, lo que queremos ser y lo que verdaderamente somos.

Por cierto,  admito y confieso que… ¡me encanta que me lo digan! …como a la mayoría de ese tipo de mujeres más clásicas. Las que nos hemos criado entre cuentos y películas de Disney y no con Wiis o Nintendos.  Menos mal que han entrado en el espectro las  Lara Croft o la Princesa Avatar entre otras heroínas menos descafeinadas que han vuelto a dignificar el piropo….

Ahora te toca adivinar qué tipo de Princesa eres…y por favor no me hagas ni caso, y cuando recibas un mensaje con “Princesa”…sonríe que seguro que ni es sincero!... sobre todo si detrás hay hechos.

¡Feliz reinado! Nunca dejes que te quiten tu sitio seas del tipo que seas…y nunca dejes de vivir tu cuento.

lunes, 23 de enero de 2017

EL ARTE DE SER ELEGANTE



Andando en el camino, cerca del sol o cerca de la luna, donde sin embargo todos se vuelven testigos de los trazos que hacen los hilos que unen vidas, se encuentra uno luces que señalan direcciones, bombillas que advierten cuando los caminos son turbios, pesados o livianos y maestros que temporal o permanentemente ayudan a la toma de decisiones; eso sin que siquiera podamos advertir que las mismas personas muchas veces sin saberlo son esas luces, esas bombillas o maestros que alguna vez nos encontramos en el camino, encontré una historia.

Ésta vez por ahí, no solo una, sino dos veces, encontré un gran referente de ciertos talantes que debemos adoptar como filosofía, o de ciertas actitudes que con ocasión de los retos y situaciones que de cara enfrentamos, podemos asumir como propios para mantenernos firmes en los tropiezos o levantarnos victoriosos aun cuando hayamos caído, pero sobre todo vivir tajantes ante las consecuencias del más mínimo respiro.

Dentro de mucho pude notar que aunque para muchos es obligatorio mantenerse perplejamente impecables ante la rutina, ello no es una forma de vida, es más bien una actitud, y aunque se presuma que hablo de la ropa, claramente hablo de “ser alguien”, para el caso entendido como simplicidad y claridad, y me refiero a la contundencia de los actos, a una forma de ser que no es recargada, que se complica solo lo necesario para ser feliz, y con movimientos suaves, pero suave como mira la dama a su caballero perplejo de emoción ante el encuentro. Y toda ésta sencillez es la que configura el buen gusto, el cual detesta las complicaciones inútiles y los gastos innecesarios de energía. Es por eso que con ese referente logré entender que la elegancia se consigue, por tanto, eligiendo lo que uno mismo es internamente, por consiguiente transmitir.

Cada persona tiene su sello, pero hay individuos que tienen uno muy especial, porque todo lo que hacen lo hacen con profundo arraigo a lo que viene de su adentro,  entonces dentro del común ver personas muy bien vestidas, que en su exterior se muestran grandes, importantes o incluso altivas, es fácil diferenciarles de éstas, porque no pertenecen a un molde, si no que se tornan en el híbrido que encaja con exactitud  en cada situación que se presente en el camino.

Hay algo que también descubrí y es que las personas elegantes no se dejan afectar del exterior, porque ello mismo es lo que traducen, como las piedras de un filtro, dejan toda impureza a un lado, permitiendo que los demás podamos consumir las bondades libre de la arena de ese mismo camino, aunque sabiendo que de esa misma arena es necesario ensuciarse para aprender.

Fui hasta la RAE para cerciorarme que precisamente “elegante” es lo que yo creía  y encontré que para el diccionario, elegante es aquello que está dotado de gracia, nobleza y sencillez. Dicho de una persona, significa que tiene buen gusto y distinción para vestir, pero también mi referente me dijo que también es obra de libertad, pero que también es un necesario y complicado artificio que cargar, que además sin pretenderlo, la persona elegante es voluntariamente bella, en su mirada, en su lenguaje, en sus maneras.

Y habiendo conjugado todos estos principios rectores, sólo así podrá ser elegante ante los demás, entregando simpáticamente el regalo de su digna presencia, porque se puede vestir bien pero si no hay educación, la ropa será solo los hilos entrelazados que cubren una humanidad, la elegancia es así un modo de comportarse, que para mis ojos, se palpa como si tuviera un diccionario en vivo.

Y he llegado a pensar sobre la estrecha relación que tiene la clase y la elegancia, sabiendo que  alguien con clase o distinción es una persona claramente mejor que los demás en un rango positivo, por lo que es preciso decir que una persona distinguida en este sentido es alguien que siempre está bien arreglado de acuerdo a cada ocasión, se estrecha con su comportamiento, y cosa importante, como en todo lo demás, quien tiene clase no se deja influir por los demás, así mismo es lo elegante.

Noté que mi referente tiene presente sus valores y tiene la valentía de seguirlos. No importa que vea a otros haciendo lo contrario de lo que esa persona haría, ella no hará eso que siente que está mal, eso es una persona con clase.



Podría simplemente seguir, pero una persona elegante, sabe cuándo es suficiente y eso también logré desarrollarlo, gracias a todo esto.