miércoles, 13 de febrero de 2019

HISTORIA INCONCLUSA


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El tiempo siempre ha sido un tópico básico en mis pensamientos, pues siempre es el tesoro que más desperdiciamos cuando omitimos, cuando nos arrepentimos, cuando simplemente nos dejamos de dar oportunidades de vivir; es por ello que reflexiono sobre cómo desaprovechar menos ese tesoro.

A veces quisiera ser como aquellos que viven como un código médico, pero amo vivir en prosa, porque es mi esencia y es lo que me hace estar donde estoy, que aun cuando a veces miro al espejo y no existe reflejo de lo que busqué ser ese preciso momento, se mantiene aquella vibra con la que alguna vez sonreí en las noches cuando mi única preocupación no trascendía más allá de satisfacer necesidades básicas.

Y fue la manera en la que decidí contar una historia que a veces no parecía historia, parecía una pared en blanco, un extenso mural sobre el que no había ocurrido mayor destello, mayor ánimo de permanencia, mayor deseo expresado en todo tiempo, y por el contrario árida por la ausencia de lágrimas, por la ausencia del necesario sufrimiento, por el exceso de cuidado, por el exceso de prevención.

Y la composición provista de una banda sonora lo suficientemente desigual como para atocigar al público presente con las infinitas melodías que dicen de todo pero que suenan igual ante los oídos de quien no quiere escuchar, porque como rock, o como rap, siempre al mundo diciéndole la verdad, a unos cuantos muchos cuatro ritmos le enamoran la vida a punta de embuste, verdades, cuentos y demás fantasías según fue su placer escuchar.

Pero el mundo es un vaivén, donde todo ocurre, donde todo pasa, y como un péndulo congelado transgrediendo al alma, suceden doce o trece años, tal vez menos, muchas circunstancias que fueron muerte y muchos cambios que siendo muerte fueron vida, que, habiendo cruzado todos esos días como náufrago, tratando de amar tanto a Harlem como Mariah Stokes lo hizo, y protegiendo sin poder alguno agua sobre las manos, hirviéndola, sabiendo que se va a evaporar, hirviéndola, sabiendo que perderá sus propiedades.

Pasó todo, para todos, pasaron cosas, pero tan insatisfecho como siempre, no hubo manera de encontrar dentro de todos los amarillos agradecimientos, el del matiz indicado para tener singularmente contentas a las palabras que tuve que decir, para saber que los caminos fueron decisiones, buenas y malas, que tuvieron diferentes matices, que fueron triunfos y fracasos, pero nunca fueron algo heroico, ni parte de un arca llena de recuerdos, en una mesa de noche, debajo de la cama, en algún rincón del alma.

Y habiendo pasado un tiempo prudente, entre palabra y palabra, pudieron haberse escondido hechos presentes en situaciones que debieron haberse pintado en algún corazón.