jueves, 9 de febrero de 2017

DEL PORQUÉ NO HAY QUE DECIRLE PRINCESA A UNA MUJER


Vivimos en un mundo de malas costumbres y de costumbres acomodadas, cada quien viviendo ajustado a su conveniencia, viendo lo que quiere ver, dentro de muchas cosas que contar quiero hablar de una; la ola actual de llamar PRINCESAS a las niñas y mujeres, si estoy o no de acuerdo, y porqué decir lo que hay malo en ello:

En primera instancia, según la RAE princesa es un concepto femenino, equivalente al de príncipe, que designa a la hija primogénita de un monarca y que como tal es la heredera directa de la corona. Por caso, el título de princesa es mayormente empleado para designar a las hijas de un rey en ejercicio. Como vemos no tiene nada que ver con el sentido en el que las personas suelen usarlo.

Manifestar afecto debe ser un hecho provisto de espontaneidad, que al ser encuadrado en el llamar “princesa” se torna en una creencia que nos separa de la realidad y nos lleva a un lugar que no existe. Debemos tener presentes que ellas solo existen en las películas, en Disney o en los cuentos de los hermanos Grimm  o en los pocos principados que existen en el mundo, por qué entonces fomentar que se viva en la irrealidad esperando a un príncipe azul que ni es príncipe ni es azul.

El hecho de llamar a la mujer “princesa” fomenta la inequidad de género, pues da entender en ella una delicadeza, inseguridad y dependencia, quizá una forma exagerada de feminismo que invita a la superioridad del hombre, costumbre que puede permitir que las princesas vivan convencidas de tal figura que se mantenga la creencia que los hombres tengamos que ser el musculo económico fuerte en el hogar, que tengamos que tener el carruaje para transportarlas,  que tengamos que proveerles de finas joyas y suntuosos trajes. No vaya a ser que alguna esté en casa esperando a que le midan un zapato, a que la despierten con un beso de un largo sueño, o dejándose crecer el cabello para que la vayan a rescatar del encierro de cuatro paredes, o ¡cuatro babys será!

Creo que ese tipo de cosas que sentimos insignificantes colaboran a que exista desigualdad, que de hecho radica en la mentalidad de las mismas mujeres, que muchas veces se sienten inferiores y que desmayan en la lucha por la superioridad, y es por eso que no debe haber princesas, mucho menos príncipes.

Ese llamado, que nos recuerda que las niñas rosa, los niños azul, viene desde entonces de los cuentos de hadas, y esa sutil diferencia persiste inclusive hasta la hora de comprar, una princesa tiene de todo, el príncipe solo el caballo, la capa y la espada. La ropa que le colocan a los niños, le habla profundamente a su vasto subconsciente. Mientras que criamos niños en el realismo y niñas en el escapismo, estamos preparándolos seriamente para fracasar en sus relaciones futuras, más para cuando están en edad de merecer, llamándoles princesas.

En lo personal me disgustan los títulos que señalan el “cómo tratar a una mujer y no morir en el intento” porque no mejor cómo tratar mejor a la gente, a un humano, no creemos divisiones, no generemos un abismo entre géneros.

Me despido con ésta historia de My Fair Lady:

Me sigue sorprendiendo cómo nos afecta que un hombre nos llame “Princesa”.  Es como apretar el botón de la suerte. Con un mando a distancia (el móvil en este caso) activan un poderoso elixir en algunos cerebros femeninos. Me pregunto cuánto poder tienen algunas palabras. Esta por ejemplo.
Pero no me refiero a cualquier contexto. Es una palabra tierna, que encierra un mensaje de cortesía y mimo. Eso en el mejor de los casos. Sobre todo si te lo dice tu padre o un amig@. Yo misma la utilizo para acariciar verbalmente a mis amigas, mujeres que admiro a mi sobrina.

Pero ay….cómo duele cuando viene de un galán que te quiere conquistar.  Y cuántas vueltas somos capaces de darle, si tenemos tiempo o nos interesa el tipo como a continuación detallo:

Una amiga (inteligente) trataba de analizar un sms de un ex que en tiempo presente le decía “Buenos días Princesa”. Al analizarlo con la sonrisa de oreja a oreja y pegando saltitos de alegría estaba enviando información a su sediento cerebro de que ése era un mensaje maravilloso. Y obviamente las que estábamos alrededor saltábamos con ella por aquello de no “cortarle el rollo”…

Un brindis tras otro porque el galante y arrepentido ex (estado de ánimo de su ex según ella) se había dado cuenta de su error tremendo al dejarla. Otro sms al cabo de media hora: “un beso Princesa”. Y el extravagante gesto de enviar una sonrisa con el malvado muñequito, que tanto odio y que por cierto utilizo casi siempre por comodidad de no pensar un poco más qué expresión tengo en mi cara y cómo describirla. Es más fácil poner J.

Al noveno pitido de móvil ya hacíamos apuestas de que la mini frase llevaba la palabra Princesa seguro. Y mira por donde que ganábamos todas. Nuestra amiga estaba levitando entre emoción y gin tonics. Las demás nos íbamos mirando intrigadas de saber el final de la historia. RIP.

Y aunque no era el mejor momento le pregunté si esas mismas frases sin la palabra Princesa le producirían la misma satisfacción y el mismo nivel de oxitocina en la sangre…

Me contestó un rapidísimo…”Hombre no….”.
No es lo mismo que me digan “Buenos días Princesa, que Buenos días sin más”.
Y entonces le pregunté…¿y si te hubiera puesto solamente Princesa sin buenos días…?..
Me contestó igual de rápidamente que antes: “Hombre pues monísimo…..me encanta”…

Entrecerrando los ojos le dije…”luego entonces…el secreto está en utilizar la palabra Princesa…”. Me miraba detrás de sus gafas de sol rogándome que me callara de una vez y la dejara disfrutar de su recién estrenado nuevo estado civil: “reconquistando a mi ex desesperadamente”.

Les solté una disertación antropológica sin mucho fundamento expresando mi sentimiento de cuánto daño nos hicieron de pequeñas, a nosotras y a ellos. A nosotras por ponernos ese ideal como lo “más” y a ellos porque sus madres (mujeres por cierto) les dijeron que a las chicas se las trata como princesas para conquistarlas y para que te quieran.  La Princesa tiene debilidades, es frágil y necesita ser rescatada. Que le maten a un dragón y que le compren un castillo con ventana en la torre para tirar la trenza súper larga que no se corta jamás porque entonces no puede entretenerse peinándola. La Reina en cambio tiene responsabilidades y las ejerce. Es un poco más incómoda pero cuando la princesa se hace mayor es Reina. Y nosotras ya somos mayores para ser princesas… decía yo…

Básicamente es que si un hombre te dice “buenos días Reina “en un sms, queda un poco “choni”, decía otra amiga. Yo añadí que es tan fácil como añadir el artículo “mi”…para que la frase sea perfecta… “Buenos días mi Reina”... y aunque todas asintieron riéndose, cuando votamos nuestro piropo favorito todas votamos (yo también), que preferíamos que nos llamaran Princesas. Me quejo y me río al mismo tiempo, tratando de entender por qué a algunas mujeres (a muchas no, lo digo por si algún caballero lee esto y se cree que es infalible), nos encanta y nos debilita esa palabra.

Es un arma arrojadiza, una anestesia, un ataque de tontería.  Un mensaje que por muy buzón lleno que tengas jamás borras. Donde pone “Princesa” ése mensaje se queda en tu móvil para siempre jamás. Y si te lo dicen en persona, la sonrisa de estúpida ya no tiene comparación con nada.

Otra de las afortunadas del grupo nos enseñó otra joya de mensaje “beso para mi Princesa morena”… todas aplaudieron al precioso mensaje…y yo me preguntaba... ¿es que este chico tendrá más Princesas, que las tiene que clasificar por color de pelo?....

Me echaron del grupo de Princesas en aquel momento, por aguafiestas y por hacerles pensar que sus mensajes no eran sinceros, y nada más lejos de la realidad….me levanté muy digna diciendo que yo no necesito que me lo digan, porque ya sé que lo soy… aunque hoy día nos toque ser guerreras y dulces al mismo tiempo y vivir en el vértigo permanente de lo que deberíamos haber sido, lo que queremos ser y lo que verdaderamente somos.

Por cierto,  admito y confieso que… ¡me encanta que me lo digan! …como a la mayoría de ese tipo de mujeres más clásicas. Las que nos hemos criado entre cuentos y películas de Disney y no con Wiis o Nintendos.  Menos mal que han entrado en el espectro las  Lara Croft o la Princesa Avatar entre otras heroínas menos descafeinadas que han vuelto a dignificar el piropo….

Ahora te toca adivinar qué tipo de Princesa eres…y por favor no me hagas ni caso, y cuando recibas un mensaje con “Princesa”…sonríe que seguro que ni es sincero!... sobre todo si detrás hay hechos.

¡Feliz reinado! Nunca dejes que te quiten tu sitio seas del tipo que seas…y nunca dejes de vivir tu cuento.