sábado, 5 de agosto de 2017

EL RARO


De repente surge la necesidad de decir muchas cosas,  de las que casi nadie dice y sobre todo de una manera diferente. No en vano he pasado más de una década depositando sentimientos incomprendidos en una malla rota, donde gracias al destino se ha quedado una que otra cosa enredada en pedazos de infortunios o en pedazos de glorias; triste porque convivo en un lugar lleno de gente a la que le gusta lo mismo y hace lo mismo, feliz porque cuando voy caminando por ahí escuchando un “beat” que tal vez nadie ha advertido, me siento como una piedra, pero una que siempre va a brillar donde ya nadie lo puede hacer, al menos por ésta rareza que me tiene de cuando en cuando, donde probablemente es el momento donde llega el tan común comentario que al señalar reza: “¿bueno y el?”.

Lleno de las falacias del mundo, muchas tantas que tal vez ya creo, escuchando el sonido de un vía muy transitada ya vacía, cuando todos están buscando su casa, en un lugar lejano de mis pensamientos, más por el tiempo que por la distancia, llega un nuevo sonido, a veces destruye, otras veces hace un par de  Empire State en Medio Oriente, así va la vida, esperando un milagro, otras sintiéndome un vale más de Dios, que camina sobre las aguas y multiplica los panes (los penes no, porque dos Maduros en el mundo ya es mucho que resistir).

Y de vez en cuando visito la mente de las personas, cuando quizá ya no tienen el control que a veces creo tener sobre todo, cuando me río de las veces que las personas creen que el mundo es imperfecto, que está lleno de dolor, que está lleno de obstáculos y problemas, y no caen en cuenta aun, que el mundo es una circulo constante de viajes que nos transporta a las experiencias que nos coloca justo donde pagamos el tiquete, porque tenemos la oportunidad de pagar el que nos lleva a la felicidad, también el de la tristeza, pero luego está la gente como yo, que a veces no sabe dónde comprar una mierda, pero igual llega, unas veces a la felicidad, otras veces a la tristeza, y cuando es peor, llegar y no encontrar a nadie, pero el circulo sigue su curso; y esa es la vida.


Me enorgullece enormemente el sonido con el que camino, me proporciona la felicidad que muchas veces no encuentro en los recintos, tal vez la que haga falta en lo amplio del cielo cuando alzo la mirada y siento que no soy tan pequeño como otros que siendo tan “perfectos” se sienten disminuidos por su constante compra del tiquete de “quiero ir a donde todos van”, y me queda la sensación de saber muy bien porque no quiero comprar ese tiquete, no quiero morir escuchando la tripleta de Diomedes, no quiero tener que publicar en todas mis fotos “#LaFelicidá de #EnElMarLaVidaEsMásSabrosa”, no quiero hacer lo que todos hacen, no vine aquí para eso, y con la poca humildad que me caracteriza sé que hay poder en mis palabras, vine a rayar mentes y voy por buen camino.

Todo surgió mientras sonaba: My Generation de Limp Bizkit.