Andando en el camino, cerca del
sol o cerca de la luna, donde sin embargo todos se vuelven testigos de los
trazos que hacen los hilos que unen vidas, se encuentra uno luces que señalan
direcciones, bombillas que advierten cuando los caminos son turbios, pesados o
livianos y maestros que temporal o permanentemente ayudan a la toma de
decisiones; eso sin que siquiera podamos advertir que las mismas personas muchas
veces sin saberlo son esas luces, esas bombillas o maestros que alguna vez nos
encontramos en el camino, encontré una historia.
Ésta vez por ahí, no solo
una, sino dos veces, encontré un gran referente de ciertos talantes que debemos
adoptar como filosofía, o de ciertas actitudes que con ocasión de los retos y
situaciones que de cara enfrentamos, podemos asumir como propios para mantenernos
firmes en los tropiezos o levantarnos victoriosos aun cuando hayamos caído,
pero sobre todo vivir tajantes ante las consecuencias del más mínimo respiro.
Dentro de mucho pude notar que
aunque para muchos es obligatorio mantenerse perplejamente impecables ante la rutina,
ello no es una forma de vida, es más bien una actitud, y aunque se presuma que
hablo de la ropa, claramente hablo de “ser alguien”, para el caso entendido
como simplicidad y claridad, y me refiero a la contundencia de los actos, a una
forma de ser que no es recargada, que se complica solo lo necesario para ser
feliz, y con movimientos suaves, pero suave como mira la dama a su caballero
perplejo de emoción ante el encuentro. Y toda ésta sencillez es la que
configura el buen gusto, el cual detesta las complicaciones inútiles y los
gastos innecesarios de energía. Es por eso que con ese referente logré entender
que la elegancia se consigue, por tanto, eligiendo lo que uno mismo es
internamente, por consiguiente transmitir.
Cada persona tiene su sello, pero
hay individuos que tienen uno muy especial, porque todo lo que hacen lo hacen
con profundo arraigo a lo que viene de su adentro, entonces dentro del común ver personas muy
bien vestidas, que en su exterior se muestran grandes, importantes o incluso
altivas, es fácil diferenciarles de éstas, porque no pertenecen a un molde, si
no que se tornan en el híbrido que encaja con exactitud en cada situación que se presente en el
camino.
Hay algo que también descubrí y es
que las personas elegantes no se dejan afectar del exterior, porque ello mismo
es lo que traducen, como las piedras de un filtro, dejan toda impureza a un
lado, permitiendo que los demás podamos consumir las bondades libre de la arena
de ese mismo camino, aunque sabiendo que de esa misma arena es necesario
ensuciarse para aprender.
Fui hasta la RAE para cerciorarme
que precisamente “elegante” es lo que yo creía
y encontré que para el diccionario, elegante es aquello que está dotado
de gracia, nobleza y sencillez. Dicho de una persona, significa que tiene buen
gusto y distinción para vestir, pero también mi referente me dijo que también es
obra de libertad, pero que también es un necesario y complicado artificio que
cargar, que además sin pretenderlo, la persona elegante es voluntariamente
bella, en su mirada, en su lenguaje, en sus maneras.
Y habiendo conjugado todos estos
principios rectores, sólo así podrá ser elegante ante los demás, entregando simpáticamente
el regalo de su digna presencia, porque se puede vestir bien pero si no hay
educación, la ropa será solo los hilos entrelazados que cubren una humanidad, la
elegancia es así un modo de comportarse, que para mis ojos, se palpa como si
tuviera un diccionario en vivo.
Y he llegado a pensar sobre la
estrecha relación que tiene la clase y la elegancia, sabiendo que alguien con clase o distinción es una persona
claramente mejor que los demás en un rango positivo, por lo que es preciso
decir que una persona distinguida en este sentido es alguien que siempre está
bien arreglado de acuerdo a cada ocasión, se estrecha con su comportamiento, y
cosa importante, como en todo lo demás, quien tiene clase no se deja influir
por los demás, así mismo es lo elegante.
Noté que mi referente tiene
presente sus valores y tiene la valentía de seguirlos. No importa que vea a
otros haciendo lo contrario de lo que esa persona haría, ella no hará eso que
siente que está mal, eso es una persona con clase.
Podría simplemente seguir, pero una
persona elegante, sabe cuándo es suficiente y eso también logré desarrollarlo,
gracias a todo esto.
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