De repente surge la necesidad de
decir muchas cosas, de las que casi nadie dice y sobre todo de una manera
diferente. No en vano he pasado más de una década depositando sentimientos
incomprendidos en una malla rota, donde gracias al destino se ha quedado una
que otra cosa enredada en pedazos de infortunios o en pedazos de glorias;
triste porque convivo en un lugar lleno de gente a la que le gusta lo mismo y hace lo
mismo, feliz porque cuando voy caminando por ahí escuchando un “beat” que tal
vez nadie ha advertido, me siento como una piedra, pero una que siempre va a brillar
donde ya nadie lo puede hacer, al menos por ésta rareza que me tiene de cuando
en cuando, donde probablemente es el momento donde llega el tan común comentario que al señalar reza: “¿bueno y el?”.
Lleno de las falacias del mundo,
muchas tantas que tal vez ya creo, escuchando el sonido de un vía muy
transitada ya vacía, cuando todos están buscando su casa, en un lugar lejano de
mis pensamientos, más por el tiempo que por la distancia, llega un nuevo
sonido, a veces destruye, otras veces hace un par de Empire State en Medio Oriente, así va la vida,
esperando un milagro, otras sintiéndome un vale más de Dios, que camina sobre
las aguas y multiplica los panes (los penes no, porque dos Maduros en el mundo
ya es mucho que resistir).
Y de vez en cuando visito la
mente de las personas, cuando quizá ya no tienen el control que a veces creo
tener sobre todo, cuando me río de las veces que las personas creen que el mundo
es imperfecto, que está lleno de dolor, que está lleno de obstáculos y
problemas, y no caen en cuenta aun, que el mundo es una circulo constante de
viajes que nos transporta a las experiencias que nos coloca justo donde pagamos
el tiquete, porque tenemos la oportunidad de pagar el que nos lleva a la
felicidad, también el de la tristeza, pero luego está la gente como yo, que a
veces no sabe dónde comprar una mierda, pero igual llega, unas veces a la
felicidad, otras veces a la tristeza, y cuando es peor, llegar y no encontrar a
nadie, pero el circulo sigue su curso; y esa es la vida.
Me enorgullece enormemente el
sonido con el que camino, me proporciona la felicidad que muchas veces no
encuentro en los recintos, tal vez la que haga falta en lo amplio del cielo
cuando alzo la mirada y siento que no soy tan pequeño como otros que siendo tan
“perfectos” se sienten disminuidos por su constante compra del tiquete de “quiero
ir a donde todos van”, y me queda la sensación de saber muy bien porque no
quiero comprar ese tiquete, no quiero morir escuchando la tripleta de Diomedes,
no quiero tener que publicar en todas mis fotos “#LaFelicidá de
#EnElMarLaVidaEsMásSabrosa”, no quiero
hacer lo que todos hacen, no vine aquí para eso, y con la poca humildad que
me caracteriza sé que hay poder en mis palabras, vine a rayar mentes y voy por
buen camino.
Todo surgió mientras sonaba: My Generation de Limp Bizkit.